exhibición: Y Líbranos del Malamén 2014

Proyecto ¡Y líbranos del MALAMÉN!, propuesta que aborda asuntos socio-político-culturales de alcance nacional e internacional, y que hace referencia a la degradación social actual.

 Del País degradado surge el “MALAMÉN”. Por un lado, refugio del día a día del puertorriqueño que busca apoyo en su fe. Por otro, una frase que se torna hueca y sin espíritu dependiendo de quién la diga y en qué contexto y que es sintomática del inmovilismo de muchos puertorriqueños frente a su destino individual y colectivo.

A nivel conceptual juego con la frase ¡Y líbranos del MALAMÉN! y creo este Nuevo término del “MALAMÉN” para aludir a aspectos de nuestra cultura popular y religiosa. A nivel iconográfico, el MALAMÉN cobra en la obra diferentes formas; entre ellas, la imagen del facoquero, bestia caribeña que amamanta a sus habitantes generación tras generación. Las obras han sido realizadas en medios diversos como grabado, escultura e instalación.

Cuando llegue a joven

Antonio Martorell

Cuando llegue a joven quiero ser como Garvin Sierra. Sí. Quiero poseer su divina desfachatez, atinada ira, campechano humor, olleriana ironía, warholiano acento. Quisiera tener además, si no es mucho pedir, su homariana acrobacia para saltar mortalmente de un medio a otro incorporando recursos tan diversos como la fotografía, el grabado, la serigrafía, la escultura, costura, collage, tipografía, instalación y vídeo para hacernos reír partiendo de nuestras desgracias, para descifrar el enigma nacional mediante el lúdico y lúcido disparate.

Sé que si me esfuerzo puedo llegar a ser como Garvin Sierra. Es cuestión de esperar unos años para, más que madurar, llegar a un verdor germinal, liberarme del peso de los años y zambullirme en nuestra rica tradición para despojar de sus ropajes al emperador de turno, reírnos de su desnudez y vestirnos con su vergüenza.

Quiero payasear, francotirar, descoser y volver a coser la isla indistritamente, despellejar de anuncios el paisaje, desalambrar urbanizaciones, urbanizar vertederos y escudarme en verdades contra la pacificación por la fuerza. Quiero ser como Garvin Sierra para reírme de quienes se ríen de nosotros y saborean nuestras lágrimas, estrellarme contra las barras rojas de una bandera que apunta a la derecha, herrar a quienes ostentan el vicio del error y pretenden que sea acierto.

Quiero como él transformar el sagrado recinto del museo en zoológico de cristal, parque de perversiones, Disneylandia sin Mickey Mouse, videochota despantallado. Quiero mecanografiar la infamia, calderear los rostros en la diplomacia del engaño y la trampa y librarme con él del Malamén.

“Y líbranos del Malamén” dice Garvin que decimos todos. Pero el Malamén ha crecido con nosotros y en nosotros. Es un alien que se nutre de nuestra sangre y nuestros ríos, de nuestra tierra y nuestro aire, que como sabemos aunque no lo digamos, no son nuestros. Garvin retrata el Malamén con lujo de detalles y en todas sus mutaciones. El Malamén invade los íconos, los icoños nacionales y extranjeros, mas Garvin pretende que juguemos con ellos, que volteemos la tortilla al habitar su territorio instalado en el antiguo Arsenal de la Marina en la Puntilla, ahora Instituto de Cultura Puertorriqueña. Nos brinda el armamento con doble filo y punta de su humor que corroe la corrupción, le otorga una pátina de juguete comprado en Walmart, le hace brillar como si saliera suave y seductor de la repostería cual dulce envenenado, nos muestra el lado colorido del reino de las sombras.

El Malamén somos todos, nos dice Garvin diagramando su macizo cuerpo en el mapa de la Isla. Isla feroz ajena al paraíso, isla del desencanto y la miseria. Pero Garvin no es un pesimista. Si nos muestra los males del Malamén, también nos invita al juego del desenmascaramiento, a forzar la suerte, a cambiar las reglas y las medidas, a subvertir nuestra mala estrella.

Uno no se pasea por su instalación. Más bien uno se aventura en ella inadvertido de los riesgos que conlleva. Porque si la ignorancia salva, el conocimiento condena. No somos los mismos que entramos al Arsenal , salimos de allí armados hasta los dientes, almados también pues algo del alma perdida se recupera en el breve periplo de las salas, se sazona el espíritu al confrontar la amargura, se endulza el coraje, se pica la curiosidad y se dilata el entendimiento.

Es sin duda una exposición censurable. Por eso la celebramos. Todavía se puede desnudar la hipocresía y llamar al pan galleta y al vino gorgojo. Todavía, aunque no sabemos por cuanto tiempo, la imagen puede decir y la palabra mostrar, el anuncio no vender y la Lotto no premiar. Cuando llegue a joven, si es que llego, yo quiero ser como él.